Cultivan el entendimiento, la individualidad (en el doble sentido de desarrollar los propios talentos y ser autosuficiente), la humildad, el valor, la bondad, el respeto a sí mismo, el servicio, la creación, la verdad.
Se ejercitan en la temperancia y la autodisciplina. Renuncian a la riqueza, comen sólo los alimentos necesarios. Usan las ropas y el calzado sin lujos. La mayor parte de ellos viven más de 100 años y leen los escritos de los antiguos.
Su silencio da la impresión de un tremendo misterio. Sostienen que el cuerpo es cosa corruptible pero el alma es imperecedera. El espíritu emana del más puro éter, un hechizo natural lo arrastra hacia abajo y queda atrapado en la prisión del cuerpo; pero, una vez puesto en libertad por la muerte, se alegra y es llevado a lo alto, pues confían que la recibirán nuevamente.
Triunfan sobre el dolor gracias a una voluntad resuelta.
Cualquier palabra de ellos tiene más fuerza que un juramento; no causan daño a nadie ni por propia determinación ni bajo órdenes; en el caso de obtener autoridad jamás abusará de ella; será un amante de la verdad; mantendrá sus manos alejadas del robo y su alma pura de toda ganancia pecaminosa; no ocultará nada a los miembros de la comunidad y tampoco descubrirá ninguno de sus secretos a los extraños, aun cuando sea torturado hasta la muerte; transmitirá las reglas tal como las recibió y preservará con cuidado las enseñanzas tradicionales.
La comunidad esenia vivía como conjuntos de anónimos campesinos. Estudiaban entre otras disciplinas los secretos de las plantas y minerales con sus aplicaciones para beneficio humano, descubriendo sus maravillosos poderes curativos.
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